Miles de personas viven en las calles de Rio de Janeiro, una ciudad brasileña de más de seis millones de personas con una enorme brecha entre pobres y ricos.
Uno de ellos es Hamilton Cunha Filho, de 30 años, un nordestino desempleado llegado a Rio (sureste) hace varios años. Pero no duerme exactamente en la calle, sino en una minúscula balsa flotante que se ha construido con restos de basura, y desde donde tiene una de las mejores vistas del mundo: la espectacular Bahía de Guanabara, con el Pan de Azúcar de fondo, donde tendrán lugar las competencias de vela de los Juegos Olímpicos de 2016.
La balsa de Hamilton tiene un techo de plástico que le protege de la lluvia, un remo de bambú y una botella de plástico rojo dentro de la cual coloca una vela por las noches, para que lanchas y barcos no lo atropellen. En general lo ancla no muy lejos de la orilla, a la que llega nadando y donde lava y seca su ropa.
La alcaldía destruyó hace pocos días la barraca de cartón que había construido en la orilla de la bahía, sobre las piedras. Fue ahí que Hamilton decidió construir un hogar flotante.
«Y cuando tenga tiempo, voy a ampliarla, voy a construir una casa más grande», dice al fotógrafo de la AFP Vanderlei Almeida. Pero antes… ¡saca su propia cámara de la balsa flotante para retratarlo!
En su barco-casa, Hamilton dice que se siente más protegido de ladrones y de eventuales agresores violentos.
La vivienda es un enorme problema en esta ciudad donde los precios inmobiliarios han estallado en los últimos cinco años y donde un tercio de la población vive en favelas sin saneamiento ni servicios públicos.
La vista de las montañas, el mar y el cielo es de cortar el aliento, pero las aguas de la bahía están contaminadas. La alcaldía ha prometido descontaminarla en un 80% antes de los Juegos de 2016, pero varios expertos advierten que ya no dará el tiempo.